Uno de los deseos universales más comunes es acabar con el hambre en el mundo. Un objetivo que se han propuesto muchas generaciones a lo largo de la historia, pero que siempre se ha visto más como una utopía que como una realidad factible y alcanzable.

Ahora, una vez más, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) plantean para el año 2030 el hambre cero, pero ¿es posible conseguirlo? ¿podemos hacer valer nuestra tecnología, nuestros conocimientos adquiridos para alcanzarlo? Y, en caso de ser así, ¿hay una verdadera voluntad social y política a nivel local, regional y global para conseguirlo?

Como explica la ONU “las estimaciones actuales, en 2020, indican que cerca de 690 millones de personas en el mundo padecen hambre, es decir, el 8,9 por ciento de la población mundial, lo que supone un aumento de unos 10 millones de personas en un año y de unos 60 millones en cinco años. Y 135 millones de ellos sufren hambre severa. Además, también existe un problema creciente de malnutrición a nivel global.

Y lo que es peor, de continuar con la tendencia actual, no solo no se conseguirá el mentado objetivo de Hambre cero, sino que para 2030, serán ya 840 millones de personas las que sufran hambre en el mundo.

El riesgo real de hambrunas afecta ya a más de 250 millones de personas y se estima que sea cada vez mayor, en consonancia con los efectos del cambio climático, la desforestación, la subida de las temperaturas y del nivel del mar…

A todo ello, hay que agregar que la población mundial sigue incrementándose a ritmos insostenibles para el planeta. Se prevé que en 2050 esta aumente en 2000 millones de personas más, lo que supondrá aún un reto mayor para alimentarlos.

¿Qué podemos hacer para reducir el hambre en el mundo?

Lo primero que determina la ONU, es llevar a cabo un programa eficiente, real y eficaz a nivel global de redistribución del sistema agroalimentario. Esto significa comer de otra forma, sí, pero también cultivar de otra manera, buscar fuentes de abastecimiento alternativas y, ante todo, minimizar los desperdicios, sobre todo en los países más desarrollados, donde estos son más frecuentes.

La Organización para la Alimentación y la Agricultura insta a los países a que realicen lo siguiente:

  • Satisfacer las necesidades alimentarias inmediatas de sus poblaciones vulnerables.
  • Estimular los programas de protección social.
  • Mantener el comercio mundial de alimentos.
  • Mantener en funcionamiento los engranajes de las cadenas de suministro nacionales.
  • Apoyar la capacidad de los pequeños productores para aumentar la producción de alimentos.

Otro informe a tener en cuenta para lograr este ambicioso objetivo es el Plan Mundial de Respuesta Humanitaria de las Naciones Unidas, pues presenta los pasos que hay que tomar para luchar contra el virus en los países más pobres del mundo.

Otras medidas pasan por cuestiones como aumentar la biodiversidad agrícola. La agricultura industrial e intensiva tiene gran parte de culpa en este aspecto. Por tanto,  un mejor uso de la biodiversidad agrícola puede contribuir a dietas más nutritivas, mejorar formas de vida en las comunidades agrícolas y ayudar a que los sistemas agrícolas sean más resistentes y sostenibles.

Acabar con el hambre mundial también pasa por reforzar el feminismo y la igualdad. La ONU estima que si las mujeres agricultoras tuvieran el mismo acceso a los recursos que los hombres, la cantidad de personas que padecerían de hambre en el mundo se reduciría hasta en 150 millones.

A nivel más personal, también podemos llevar a cabo acciones cotidianas para alcanzar el ODS2. Estas pasan por cuestiones como apoyar a los agricultores o a los
mercados locales, tomar decisiones sostenibles sobre la  alimentación, apoyando la buena  nutrición para todos y luchando contra el desperdicio de alimentos. Así como presionar a nuestros gobiernos para que cumplan con los compromisos adquiridos. Y, como nos explicaba el Catedrático de Filosofía Moral y Política de la Universitat de València, Jesús Conill, en esta entrevista, en nuestras decisiones como ciudadanos y como consumidores tenemos también un gran poder.

 

 

Todas y todos podemos trabajar cada día para acercarnos al objetivo de hambre cero en el mundo o, al menos, para contribuir a que los afectados por la misma, lejos de incrementarse, se reduzcan, lo cual, sin lugar a dudas, ya sería un gran logro.

Os recordamos también aquí el reportaje que hicimos ya sobre el ODS1. Fin de la pobreza.

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